DIEGO J. JIMÉNEZ
Júcar
Desciende entre pinares la quietud de la tarde.
En él fluyen los cielos y se desvela, como un tapiz, su música.
Suspendido en la imagen que reflejan las aguas, el universo sacia
la sed que no conoce límites. En mi sangre penetran
como luces dormidas los aromas, moradas
donde mi cuerpo habita, oculto, en sus remansos.
Desnudos paraísos de frío
sus paisajes de nieve, donde aún la pureza
fuera de mí, herida por la infancia, florece en la memoria
como un dios extinguiéndose.
Bajan de las Angustias,
todavía llevados por el sol de la tarde,
los pájaros que nacen de sus cánticos fúnebres.
Murallas desbordadas por arroyos y fuentes, palabras
que han vencido los siglos se diluyen en él; y yacen
sus voces invernales sobre un silencio herido.