La visita a la exposición La Poética de la Libertad no deja indiferente absolutamente a nadie, hay muchas razones para ello, pero la más importante es cómo se ensambla en el espacio expositivo que constituye la Catedral de Cuenca.
Dividida en tres exposiciones, el recorrido incluye obras del informalismo español, una pieza de Florencio Galindo en homenaje a Cervantes y su libertad, y tras pasar por los pasillos cubiertos de frases y vídeos del artista chino, desemboca en el claustro, donde nos asomamos a su instalación.
Sus hiperrealistas dioramas se han quedado parados en un instante fijo del tiempo y del espacio, en el que ha quedado sintetizada su amarga historia, la reclusión de su dignidad. La interactividad con el espectador se produce a través de unas pequeñas aperturas que se encuentran en cada una de las seis cajas/celdas. Sus cajas, nos confiesan un paisaje, plomizo, intimidante, abrumador y hostigante, que nos hace partícipe de una realidad hostil, de una lógica compositiva transhistórica que enlaza con el sentido épico de los supervivientes. http://theobjective.com/further/ai-weiwei-activismo-y-arte-como-una-catedral/
El compromiso de Ai Weiwei con los Derechos Humanos es incuestionable si se observa su trayectoria y el uso del objeto simbólico siempre presente en su obra, como las lanchas que ha colgado del Palazzo Strozzi en Florencia. Ésta constituye una clara prueba de que este artista ha hecho de su persona el principal objeto de su obra.
El egocentrismo que rodea a su obra tanto en el concepto como en la forma resta mucha fuerza al pretendido mensaje en favor de la libertad de expresión. En mi opinión, en el concepto debería incluirse la idea de que habitamos un mundo global que vigila de una manera cada vez más sutil e intensa a sus habitantes.
Son muchos autores que han denunciado la vigilancia y control social al que estamos sometidos y abocados, desde la idea del panóptico carcelario de Jeremy Bentham; la obra de Orwel 1984 o Vigilar y Castigar de Michel Foucault que estudia el modelo abstracto de una sociedad disciplinaria. En este sentido, La Poética de la Libertad es reduccionista y egocéntrica dejando la denuncia en un mero relato personal de su cautiverio.
En cuanto a la forma, es cierto que utiliza la teoría del panóptico en sus contenedores, escenas que pueden ser observadas mediante una minúscula ventana, desarrollando la idea de observar sin ser observado como método de coacción y control. No hay función simbólica alguna en la forma, los dioramas son explícitos, descriptivos, no existe la metáfora y me atrevería a decir que tampoco la poética. En este sentido, y como justificación, no conviene olvidar el carácter oriental del autor.
Y en este «magno» acontecimiento cultural acaecido en Cuenca durante unos meses del año 2016 se han conjurado todos los poderes para situar a la ciudad en el centro del universo. Para la ocasión, el gobierno autonómico ha invertido 1.120.000 euros, que sumados a los 380.000 del Consorcio de la Ciudad la convierten en la exposición más cara de la temporada con el objetivo de «poner a Cuenca de moda». Todos han ganado, la catedral, la empresa Eulen Arte, el gremio de la hostelería y su lobby correspondiente y la ciudad ha salido en la prensa.
Pero también hay muchos perdedores y quien más ha perdido es la ciudad de Cuenca, como no podía ser de otra manera. Con este acontecimiento la ciudad se apunta al concepto de cultura entendida como «grandes eventos» que atraen al turismo, mientras la ciudad languidece culturalmente.
Esto no es cultura, es una inversión pública (pagada por todos) para que los hosteleros llenen sus establecimientos y sus bolsillos con el beneplácito de unas leyes laborales que se alían con ellos para convertir a esta ciudad en ejemplo de tercermundismo (salarios bajos para los empleados y grandes acontecimientos para los turistas convirtiendo a Cuenca en un destino equiparable a Cancum).
Porque la cultura requiere de la implicación de los ciudadanos, porque es un derecho, porque nos hace más felices, porque nos hace partícipes de la comunidad y porque, en definitiva, NOS HACE MÁS LIBRES. Si esta es una premisa para la cultura, es más que cuestionable que este carísimo evento sea cultura, porque la población conquense ha quedado al margen.
De acuerdo en que la catedral ha quedado magnífica, pero es lo menos que se puede pedir con semejante inversión.