ANTECEDENTES DE LAS CASAS DE RECOGIDAS
A partir del siglo XVI existe una mayor preocupación de los poderes públicos españoles por intentar resolver los problemas de delincuencia, mendicidad y prostitución femenina. En España y en sus reinos de Indias comienzan a surgir unas instituciones de enorme trascendencia social: los centros de reclusión para mujeres públicas o las casas de recogidas para mujeres “arrepentidas”. En estos centros se pretendía regenerar y recuperar para la sociedad a estas mujeres por medio del trabajo y la oración, con una férrea disciplina.
La religiosa Sor Magdalena de San Jerónimo creó en Valladolid la Casa de Aprobación sobre 1604, lo que originó la aparición de las galeras (1622) como prisiones de “mujeres vagantes, ladronas, alcahuetas y otros delitos”, donde se les rasuraba el pelo, se les alimentaba con pan y agua y se les aplicaban duros castigos. En su obra “Razón y forma de la Galera y casa Real que el Rey nuestro Señor manda hacer en estos Reynos para castigo de las mujeres vagantes, ladronas, alcahuetas y otros semejantes” publicada en 1608, se describen las conductas que llevan a la reclusión.
Los principios básicos de las galeras eran la vigilancia y la disciplina para enderezar a las malas mujeres transformándolas en mujeres virtuosas, lo que demuestra el carácter moralizante y represivo de las primeras cárceles de mujeres.
La preocupación por la moral pública va a acentuarse a partir del siglo XVII y a lo largo del XVIII, y es en este siglo cuando empieza a desarrollarse una nueva concepción acerca de las mujeres públicas, el término “delincuente” iría sustituyendo al de “pecadora”.
Los recogimientos constituyeron, pues, una de las instituciones que lograron no sólo una amplia difusión en la Península, sino, como hemos dicho, en todas las provincias americanas y filipinas. Tales instituciones sirvieron de hogar temporal y de protección de muchas jóvenes, viudas, pobres y prostitutas. Las casas de recogimiento tenían, por tanto, un fin genérico: el de amparar a la mujer acorralada por múltiples problemas sociales, dando además acogida a delincuentes que eran llevadas allí por la fuerza de las autoridades, parientes o maridos.
En la tipología de los delitos se nos ha ido descubriendo fácilmente el carácter patriarcal de la sociedad, la preocupación por el honor familiar, las iniciativas de algunas mujeres en la planificación y defensa de su proyecto de vida y la participación en la actividad política en los cambios del siglo XIX. La delincuencia femenina es, esencialmente, la delincuencia de la miseria, mientras que las resistencias al poder familiar y los encierros de corrección parecen poder ligarse, de forma más clara, a sectores económicamente más favorecidos. Algunos de los delitos registrados son: trato ilícito; amancebadas; adulterio; embriaguez; hurtos; infanticidio; acción contra la autoridad y actividad política; implicadas en la muerte del marido; elección de esposo contra la voluntad familiar; desobediencia al padre, marido o tutor y tener criaturas en ausencia del marido.
Las mujeres son ingresadas en el centro por decisión familiar o judicial, es, pues, un centro de corrección y castigo. Las autoridades municipales y el centro, asumen la función de guardianes de la moral y el orden. Pero una de las funciones más explícitas de este centro es la colaboración para el mantenimiento de las relaciones de poder en el ámbito familiar. Los encierros para que las hijas o esposas modifiquen sus actitudes y comportamientos pueden llegar a prolongarse hasta tres y seis años. Las salidas pueden producirse a petición de quienes solicitaron el encierro.
A mediados de 1700, como las galeras no sirven para reformar a las jóvenes descarriadas por su convivencia con las condenadas por delitos más graves, aparecen las primeras casas de recogidas u hospicios
En el siglo XIX se abandona esta orientación moralista y penitente, creándose en 1846 las casas de corrección de mujeres, se suprimen las galeras y se centraliza en la Dirección General de Presidios la administración de todos los correccionales de mujeres.
LA FUNDACIÓN Y EVOLUCIÓN DE LA CASA

La iniciativa de la creación de la Casa de Recogidas de Cuenca la tuvo el obispo Sebastián Flores Pabón, la construcción se inició en 1776 con medios propios. Fue finalizada la obra por D. Antonio Palafox Croy de Abre, un de los hombres más destacados de la Ilustración en Cuenca. Desde su fundación tuvo el carácter de casa de corrección y cárcel de mujeres.
Palafox, en efecto, se encarga de las obras, termina la Casa en 1779, dos años después de la muerte de don Sebastián, a quien se la dedica, quedando él en el anonimato, a pesar de haber empleado en ella y en su ampliación a Casa de Misericordia sus pingües rentas patrimoniales (Sanz y Díaz, 1972)
Hasta la apertura del edificio, las mujeres fueron instaladas en los locales de la Casa de la Moneda. Parece que fue terminado en 1779 aunque en la inscripción figure el año 1777.
A instancias de Palafox, el edificio fue ampliado para alojar a la Casa de la Misericordia. Esta unión, efectiva a partir de 1803, supondrá una reducción de gastos al encomendarse las tareas de dirección y gestión de ambas instituciones a las mismas personas.
.. el proyecto de Flores Pabón chocaba de frente con los prejuicios de la sociedad coetánea. Se proponía nada menos que tender una mano caritativa y dignificar a una clase marginada, que llamaríamos hoy. Hace dos siglos, las mujeres a quienes un instante de falsa ilusión o de humana debilidad había hecho apartarse del camino de la virtud, no valían la pena de que alguien se preocupase por ellas ni les tendiese una mano cristiana, protectora y amiga [….] Esa fue su grandeza: que se adelantaron a su siglo, presintiendo los modernos ideales sobre el tema. Don Sebastián murió pronto; pero Palafox hubo de sufrir muchas contradicciones y desaires al respecto. Esto explica también que, ya desde su primera piedra, la Casa de Recogidas experimentara privaciones y penurias de todo género y su inquilinas anduvieran casi siempre a bofetadas con el hambre y la escasez. (Sanz y Díaz, 1972)
Tras las reformas liberales, las Casas de Misericordia y de Expósitos pasaron a la recién creada Casa de Beneficencia, por lo que la Casa de Recogidas quedó en una situación económica delicada, al carecer de dotaciones públicas. En 1847, las nueve presas que quedaban en la galera quedaron bajo el control de D. Antonio Gutiérrez Valdés, canónigo de la catedral, que fue nombrado director de la Casa de Recogidas. En 1848, las presas pasaron a disposición del Jefe Político de Valencia, siendo entregadas por el director de la Casa de Beneficencia y Galera. Así se cerraba definitivamente la galera en Cuenca.
La Casa de Recogidas siempre tuvo problemas de financiación, pues las vías de ingresos siempre fueron escasas. En su categoría de hospicio tenía asignada una pensión anual de 11.000 reales del fondo beneficial del obispado, a los que se unían el pago de las internas (un real diario pagados por las familias o por su trabajo). A propuesta de Carlos IV el papa Pío VII concedió una pensión anual de 6.000 ducados de oro, por indicación de Palafox dos terceras partes se destinarían a la Casa de Recogidas y Misericordia y la restante a la Casa de Expósitos.

El 30 de septiembre de 1840 el director de la Casa de Beneficencia, Juan José Aguirre, anuncia la ruina inminente del establecimiento si no se disuelve la galera, en la que había 71 presas. La causa fue la falta de respuesta de los poderes públicos a las peticiones para que se financiase la galera por el presupuesto de presidios. Por decreto de la ciudad y provincia de Cuenca, las 72 presas que residían en la galera en octubre de 1840 fueron remitidas a las Justicias de sus respectivos lugares. No es el final de la galera puesto que en 1841 comienzan nuevos ingresos de presas reproduciéndose la falta de financiación.
Noticia aparecida en el periódico El Liberal el 15 de junio de 1911
Así, alejando antes del ánimo del lector toda idea de un peligro que no sea natural y ordinario, avisamos hoy a las autoridades sanitarias y a la Excm. Diputación provincial de la existencia de un espantoso foco de infección en un estanque, mejor dicho, pozo de aguas sucias al descubierto que existe a espaldas de la casa de Beneficencia. Aquello debe sanearse definitivamente porque siempre que ha habido alguna alarma de epidemia se ha hablado del inmundo vertedero, se han adoptado medidas eternamente provisionales y así seguiremos si la Corporación no adopta el acuerdo de encargar al ilustrado arquitecto provincial que estudie y proceda enseguida a realizar las obras necesarias para sanear el edificio y para que desaparezca el maloliente albañal.
Noticia aparecida en El Mundo el 25 de mayo de 1912
SEÑOR PRESIDENTE DE LA DIPUTACIÓN PROVINCIAL. Ha llegado hasta nosotros el rumor de que el día que se retrasó el paro del trabajo de los asilados de la Casa de Beneficencia que coadyuvan con su prestación forzosa a la construcción de un kiosko en los jardines del Palacio Provincial, las Reverendas Madres les dieron capote dejándoles sin comida. Eso, señor Presidente, de suceder sería peor que inhumano y no podemos creerlo; pero por si acaso, bien estará que V. S. excite el celo de los «Celadores» para que no suceda en la Casa de la Beneficencia nada que dé pábulo a esas hablillas.
En 1803 se une la Casa de la Misericordia, institución creada en 1784, cuya función era la acogida de niños abandonados. Desde entonces, es denominada como Real Casa de Misericordia y Recogidas, y se convierte en un centro asistencial hospitalario de la ciudad junto a los Hospitales de Santiago y del barrio de San Antón. El objetivo de la nueva institución era la muestra de caridad a través de la subsistencia de los asilados: niños abandonados, huérfanos, ancianos, prostitutas o enfermos de cualquier clase. En 1836 se une a estas dos casas el Colegio de Expósitos de “San Julián” y un año más tarde, se decide englobar estas tres casas bajo el mismo nombre: Casa de Beneficencia. En 1853, además, se creó y añadió el Departamento de Maternidad, el cual permaneció en activo hasta 1986.
El Departamento de Maternidad se creó en 1853 dentro de la Casa de Beneficencia, ejerciendo las funciones de gobierno y administración la Junta Provincial de Beneficencia de Cuenca. Inicialmente, se atendía a mujeres solteras embarazadas aunque, con el transcurso de los años y hasta su cierre definitivo, en torno a 1987, adquirió carácter meramente sanitario, atendiendo todo tipo de partos y enfermedades ginecológicas.
La Residencia Provincial «Sagrado Corazón de Jesús» fue construida en 1967 para alojar a las personas que vivían en la antigua Casa de la Beneficencia de Cuenca y que fueron trasladadas ese año a la nueva construcción.
REFERENCIAS
Fernández Valencia, A. La Casa de Recogidas de Cuenca (1776-1845): desobediencia, delitos y penas de las mujeres entre la ilustración y el liberalismo, en Frasquita Larrea y Aherán. Europeas y españolas entre la Ilustración y el Romanticismo (1750-1850). Universidad de Cádiz (2017)
Pérez Baltasar, M.D. «Orígenes de los recogimientos de mujeres». En Cuadernos de Historia Moderna y Contemporánea, VI-1985. Univ. Complutense
Sanz y Díaz, C. La casa de recogidas de Cuenca y el obispo Flores Pabón. Diputación Provincial de Cuenca: 1972
Cervelló Donderis, V. «Las prisiones de mujeres desde una perspectiva de género». Revista General de Derecho Penal nº 5, Iustel, 2006
Martínez Galindo, G. (2002) Galerianas, corrigendas y presas. Nacimiento y consolidación de las cárceles de mujeres en España (1608-1913). Madrid: Edisofer
Casa de Recogidas y Misericordia. https://losojos.es/patrimonio/casa-de-recogidas-y-misericordia/





